martes, 29 de noviembre de 2022

“Conviértanse (el Mesías vendrá y) reunirá el trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”

 

(Domingo II - TA - Ciclo A - 2022 – 2023)

          “Conviértanse (el Mesías vendrá y) reunirá el trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga” (cfr. Mt 3, 1-12). Juan el Bautista predica en el desierto la conversión del hombre a Dios, advirtiendo que deben de cesar de obrar el mal y comenzar a obrar el bien, porque el Reino de Dios está cerca y, todavía más, el Rey del Reino de Dios está por venir y cuando venga, vendrá como Justo Juez y separará a los buenos de los malos: a los buenos, para conducirlos al Reino de los cielos; a los malos, para arrojarlos a la “hoguera que no se apaga”, es decir, el Infierno. Juan el Bautista utiliza, para graficar el Día del Juicio Final, la figura de un labrador que separa el trigo y lo almacena en su silo, de la paja, que no sirve, para quemarla. Es llamativo que utiliza una expresión que es: “una hoguera que no se apaga” y esto lo hace porque está hablando no de la hoguera material, terrena, la que todos conocemos, que indefectiblemente termina por apagarse cuando se combustiona el material que la alimentaba; se trata de una hoguera que no se apaga porque es el Infierno, en donde el fuego quema, combustiona, pero no consume aquello que quema, que son las almas y los cuerpos de los condenados; además, no se apaga, porque el castigo que sufren los condenados es eterno, porque eterna es la culpa y la pena y eterno es el peso de la Justicia y de la Ira Divina que se descarga sobre los impenitentes que, por propia voluntad, se condenaron, al no querer convertir sus corazones.

          “Conviértanse, el Reino de Dios está cerca”. La misma prédica y el mismo llamado a la conversión eucarística, que es la conversión al Cristo Eucarístico, hace la Iglesia al hombre de hoy. Y, así como el Bautista predicaba en el desierto, así la Iglesia predica en el desierto de un mundo sin Dios, que ha desplazado a Dios y a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, rechazando su Cruz, rechazando su Presencia Eucarística, rechazando sus Mandamientos y sus Consejos Evangélicos. El mundo de hoy ha erigido falsos dioses, ante los cuales se postra en ciega y sacrílega adoración todos los días: el dinero, el poder, el éxito, la fama, la honra mundana, los bienes materiales, los ídolos demoníacos -Gauchito Gil, Difunta Correa, San La Muerte, atrapasueños, cinta roja, Buda, etc.- y esto le sucede como castigo al no querer arrodillarse y adorar a Cristo Dios Presente en Persona en la Eucaristía.

          “Conviértanse (el Mesías vendrá y) reunirá el trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”. Cada día que pasa, es un día menos que nos separa del Día del Juicio Final; cada día terreno que pasa, es un día menos para la Llegada en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, quien vendrá como Justo Juez, para dar a cada uno lo que cada uno libremente mereció con sus obras: a los buenos, el Reino de los cielos; a los malos, a los rebeldes, a los impenitentes, a los que no quisieron saber nada de Cristo Eucaristía, de la Santa Misa, de los Sacramentos, de los Mandamientos y a cambio obraron el mal, la impiedad y la iniquidad, a esos los arrojará en la “hoguera que no se apaga”, es decir, en el Infierno. En nuestra libertad está elegir adónde queremos ser llevados cuando venga el Justo Juez; por supuesto, que al Reino de los cielos, pero para eso, debemos hacer mucha oración y adoración eucarística, debemos frecuentar los Sacramentos y debemos ser misericordiosos con nuestros prójimos.

 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Una mamá que todavía estaba en el Purgatorio

 UNA MAMÁ QUE TODAVÍA SE HALLABA EN EL PURGATORIO

El Padre Giuseppe Tomaselli cuenta una experiencia suya con su propia madre fallecida:

«Mi madre fue una persona de gran ejemplo, y a ella le debo en gran parte mi vocación sacerdotal. Iba a Misa y comulgaba todos los días, incluso en la vejez. Jamás dejó de rezar el Rosario. Caritativa, hasta el punto de perder un ojo mientras realizaba un gran acto de caridad hacia una pobre mujer. Siempre conforme al querer de Dios, tanto que cuando mi padre yacía muerto en nuestra casa, cuando yo me pregunté: “¿Qué le puedo decir a Jesús en estos momentos para agradarle?”, ella me dijo que repitiera: “Señor, hágase tu voluntad”. En su lecho de muerte recibió los últimos Sacramentos con fe viva. Unas horas antes de su muerte, sufriendo demasiado, repetía: “¡Oh Jesús, quisiera pedirte que disminuyas mis sufrimientos! Pero no quiero oponerme a tus deseos; ¡haz tu voluntad!” Así murió aquella mujer que me trajo al mundo.

Teniendo muy presente lo que es la Justicia Divina, y prestando poca atención a los elogios que podían dar los conocidos y los mismos sacerdotes sobre mi madre, intensifiqué los sufragios por su alma. Ofrecí gran número de santas Misas, muchas obras de caridad, y donde predicaba exhortaba a los fieles a ofrecer comuniones, oraciones y buenas obras en sufragio de ella.

2 años y medio después de su muerte, de repente se apareció aquí en mi habitación, luciendo muy triste, y tuvo lugar la siguiente conversación:

—¡Me dejaste en el Purgatorio!

—¿Todo este tiempo has estado en el Purgatorio?

—¡Y todavía lo estoy! ¡Mi alma está rodeada de tinieblas y no puedo ver la Luz, que es Dios! Estoy a las puertas del Paraíso, cerca del gozo eterno, y me desgarra el deseo de entrar en él, ¡pero no puedo! Cuantas veces he dicho: Si mis hijos supieran mi terrible tormento, ¡vendrían pronto en mi ayuda!

—¿Y por qué no viniste antes para hacérmelo saber?

—No me era permitido.

—¿Aún no has visto al Señor?

—Tan pronto como expiré, vi a Dios, pero no en toda su luz.

—¿Qué podemos hacer para liberarte de inmediato?

—Sólo necesito una Misa. Dios me ha permitido venir para pedirlo.

—¡Tan pronto como entres al Cielo, regresa para darme la noticia!

—¡Si el Señor lo permite! ¡Qué luz! ¡Qué esplendor!

Se celebraron 2 Misas y algunos días después volvió a aparecerse, y dijo: “¡Estoy en el Paraíso!”

Meditando en esto que he expuesto, me digo a mí mismo: ella llevaba una vida tan ejemplarmente cristiana, y se habían ofrecido por su alma una gran cantidad de sufragios... ¡y aun así permaneció 2 años y medio en el Purgatorio! ¡Nuestros juicios son tan equivocados!»

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Continuemos orando mucho por nuestros difuntos, aunque hayan parecido muy santos, no sea que los dejemos en el Purgatorio largo tiempo por pensar que ya están en el Cielo.

Benditos sean Jesús y María.

viernes, 18 de noviembre de 2022

«Las almas del purgatorio necesitan oraciones». De las visiones de la beata Eduviges Carboni

 


El Papa Francisco reconoció en noviembre de 2018 un milagro obtenido por la intercesión de Edvige (Eduviges) Carboni , beatificada en Cerdeña meses después, y a quien Ermes Dovico consagra un reciente artículo en La Nuova Bussola Quotidiana:

Su nombre, 66 años después de su muerte y de una vida vivida en la más humilde reserva, aún es relativamente poco conocido. Basta leer su diario, escrito por obediencia a su confesor, para comprender la riqueza de los dones sobrenaturales que el Señor le concedió. Hablamos de la venerable Eduviges Carboni (1880-1952), una laica sarda de corazón sencillo y fe inmensa, proclamada beata.

Una verdadera gracia para la Iglesia, porque proponer esta alma predilecta a la imitación de los fieles será de gran ayuda para la catequesis sobre las realidades últimas y, en consecuencia, para reavivar la fe.

Eduviges se puede incluir, por derecho propio, entre las grandes místicas por los innumerables éxtasis, las apariciones de Jesús y María, los estigmas, la coronación de espinas, las revelaciones proféticas, las visiones del más allá, en particular de las almas del Purgatorio, además de numerosos santos, sobre todo San Juan Bosco y Santa Teresa del Niño Jesús, que la aconsejaban con frecuencia.

Nació en Pozzomaggiore, en la provincia de Sassari, y ya desde su nacimiento se manifestó en ella una señal celestial: una pequeña cruz, «signo de que tú, en el mundo, deberás sufrir», como siempre le decía su madre, que le transmitió una piedad cristiana viva. Cuando tenía cinco años sintió que su ángel custodio la exhortaba a consagrarse a Dios: la niña hizo voto de virginidad (“comprendí que Jesús lo quería”, recordará en su diario), que renovó varias veces. Creció tranquila y obediente, entre misas, sacramentos y momentos ante el sagrario.

Le hubiera gustado ser monja, pero renunció para asistir con dedicación a sus familiares enfermos: primero a su tía, después a su madre, su tío, su abuela, su padre, su hermano Giorgino, recibiendo a cambio, en algunos casos (como con su abuela y su hermano), sólo amarguras. Giorgino se casó con 38 años y murió repentinamente cinco meses después. Nada más llegar la noticia, Eduviges reaccionó al dolor diciendo: “Señor, hágase tu voluntad”. Y se recogió en oración.

Visiones y quemaduras

Un día, su hermano se le apareció inmerso en sufrimiento, diciéndole que había sido condenado a descontar ocho años en el Purgatorio y pidiéndole oraciones para abreviar los tiempos de su liberación. Al sincerarse con ella le apretó la mano, sacudiéndosela. La señal de la quemadura se le quedó de por vida. El inmenso amor por las almas de los difuntos, no solo de sus familiares, sino de toda la Iglesia penitente, es un rasgo peculiar de su santidad. “Ama las almas del Purgatorio, reza por ellas”, la había pedido Jesús. 

En favor de estas almas, que podía ver por bondad divina, Eduviges ofrecía oraciones, misa, sacrificios, humillaciones y dolores que aceptaba con paciencia. Participaba en la buena obra también su hermana Paolina, la sexta y la última, que la madre había confiado en particular a la hija mayor. Por esta razón, en 1929, cuando tenía ya 49 años, Eduviges dejó Cerdeña para trasladarse a Lacio con su hermana, que era maestra de escuela primaria y que cambió con frecuencia de sede. Una mañana, en julio de 1941, después de Comunión sintió que le tocaban la espalda y advirtió una voz triste que le decía: “Soy un alma que ha muerto hace pocas horas bajo los escombros. Hace pocas horas que sufro en el Purgatorio: ¡me parece que ha sido un siglo! Dios es severo, Dios es justo, Dios castiga. Reza por mí y haz que monseñor Massimi rece por mí, también Paola y también Vitalia (una buena amiga de Eduviges, ndr)”.

Otra vez se le presentó una persona que “me tocó la muñeca, que se quedó quemada. No le reconocí. Iba vestido de oficial. ‘He muerto en la guerra’, me dijo. ‘Desearía misas: haréis que monseñor Vitali las celebre para mí. Paola y tú haréis la santa comunión por mí’”. Una vez acabada esa súplica, vio reaparecer al oficial “resplandeciente” y lleno de gratitud: “Voy al Paraíso donde rezaré por vosotros, especialmente por monseñor Vitali. Soy ruso y me llamo Paolo Vischin. Mi madre me había educado en la santa religión; después, al crecer, me dejé llevar por la vida rusa, mala. En el momento de mi muerte me arrepentí, y recordé las bellas palabras que desde niño me decía mi madre. El buen Jesús me ha perdonado”. Se ve aquí la importancia de la educación cristiana como medio de salvación, verificable más de una vez en el diario de Eduviges, escrito en buena parte durante la Segunda Guerra Mundial y en un siglo en el que el nazismo y, de manera más duradera, el comunismo, rechazan radicalmente a Dios.

La inmodestia y el trabajo dominical

En mayo de 1943, viendo a Jesús sufriendo, oyó que le decían: “Hija mía… estoy triste porque veo que la mayor parte de los hombres, en sus familias, han otorgado el poder al diablo, y me han expulsado a Mí, su Creador y Dios”. Se lee con especial frecuencia también el desdén de Dios por la pérdida del pudor, las “modas inmodestas” y “escandalosas”, la participación -incluso el domingo- en espectáculos impuros en el teatro y en el cine, a los que van no sólo los adultos, sino que también “llevan a sus pequeños inocentes para destrozarles antes de tiempo viendo escenas inmodestas”, como le reveló Jesús en diciembre de 1944, lamentando también que “poquísimos son aquellos que respetan el día festivo a Mí consagrado”.

En el día de Pascua de 1943 había visto un ángel con la espada en la mano, que le explicó una visión relacionada con los pecados de la carne: “El mundo busca los placeres impuros y feos; estos, si no se limpian con el sacramento de la Confesión, serán castigados por Dios para la eternidad, porque delante del tribunal divino no se puede salvar nadie si antes no se ha limpiado de la inmundicia con una confesión, y el arrepentimiento y la promesa de no volver a sumergirse nunca más en esos sucios lodazales”.

Las visiones de Eduviges conciernen también al Infierno, donde ve caer a muchas almas por haber rechazado hasta el final la Misericordia divina, y el Paraíso, donde un ángel le mostró dos tronos preparados para ella y para su hermana, pidiéndole que perseverara “en la santa pureza, del amor de Dios y del prójimo”. Le enseñó también que la gloria eterna es proporcional a los sufrimientos padecidos en la tierra y ofrecidos al cielo, en unión con el sacrificio de Cristo, por la salvación de las almas: por ello estas, cuanto más resplandecen, más se asemejan a Jesús crucificado, abrazando con humildad la propia cruz. Especialmente “en el día de difuntos”, como testimoniará en el proceso por su causa su amiga Flora Argenti, Eduviges “veía multitud y multitud de almas que le expresaban su agradecimiento, y que le pedían que se lo expresara también a las personas que habían rezado por ellas para volar al Paraíso”. Eduviges, que también era muy humilde, mostraba la misma caridad en las necesidades materiales de los pobres, de los parados, de los prisioneros de guerra.

El poder del Rosario

Satanás la odiaba particularmente y le vejaba físicamente, no soportando sobre todo que se confiara a la protección de la Virgen María. “Tú rezas a mi enemiga -y me indicó a la Virgen. Hasta que no dejes de rezar a mi eterna enemiga, yo no te dejaré nunca en paz”, le dijo el diablo en enero de 1942. Pero la Virgen la sostenía en su lucha espiritual, vertiendo sobre ella abundantes gracias y consolándola con visiones, como cuando Eduviges la vio distribuir rosarios a muchas almas: “Hijitos míos, hijitas mías, vosotros con esta corona apagaréis el fuego que se ha difundido en casi todo el universo. Si vosotros recitáis con fe esta corona, este fuego se apagará pronto. Esta es el arma más poderosa; y arma más poderosa que esta el hombre no la encontrará. Dichas estas palabras, desapareció resplandeciendo”.

Partícipe como era de las misericordias divinas, quería que también los demás las descubrieran; por ello escribía: “Si fuese un ángel, cogería una trompeta, recorrería el océano y gritaría a todos los seres humanos: amad a Jesús, amadlo, amadlo, hombres, amad al buen Jesús, recordad que ha muerto en la cruz para salvarnos a nosotros, míseros pecadores”.

jueves, 10 de noviembre de 2022

Relatos sobre las Benditas Almas del Purgatorio

 

Relatos sobre las benditas Almas

Primer Relato[1]:                          

Relatos sobre las benditas Almas

Primer Relato[1]:

Refiere Tomás de Cantimprato que, a un hombre muy virtuoso, pero que, a causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy deseoso de morir, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: “Dios ha aceptado tus deseos, elige, entonces: o pasar tres días en el purgatorio y después ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el purgatorio, pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad en la tierra”. El hombre entonces comparó los tres días en el Purgatorio con el año de enfermedad en la tierra y decidió elegir lo primero: fue así que murió y fue al purgatorio. Todavía no había pasado un día, cuando el ángel se le presentó de nuevo. Apenas aquella pobre alma lo vio, le dijo: “No es posible, exclama, que tú seas el Ángel bueno, pues me has engañado así. Me decías que solo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que estoy sufriendo aquí las más horribles penas!”. El Ángel le contestó: “Tú eres quien te engañas: todavía no ha pasado un día, tu cuerpo en la tierra está aun por enterrar. Si prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios te permite salir del Purgatorio y volver al mundo”. El alma le contestó: “Sí, Ángel santo, no solo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya en el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del Purgatorio”. Volvió, pues, a la vida y sufrió con admirable alegría un año más aquella enfermedad, relatando a todos lo terrible que son las penas del Purgatorio. 

Esta historia del Purgatorio nos enseña, por un lado, que la percepción del tiempo, en el Purgatorio, es muy distinta a la percepción del tiempo aquí en la tierra: un segundo en el Purgatorio equivale a tal vez un año entero en la tierra. Por otro lado, nos enseña que el dolor y la enfermedad, del orden que sean, son tesoros invalorables, más preciosos que el oro y la plata, porque si se sufren unidos a Cristo en la cruz y a la Virgen al pie de la cruz, permiten nuestra purificación ya aquí en la tierra, con lo cual, cuando muramos, no deberemos pasar por el Purgatorio.

Los siguientes relatos se refieren a personas que en la vida terrena cometieron lo que llamamos pequeñas faltas o pecados veniales. Dentro de estas historias reales, está el de unas almas que fueron condenadas a él por haber hablado en la Iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según refiere Cesáreo; otras, como la hermana de San Pedro Damiano, por haber escuchado con gusto una canción profana. Murió Vitalina, noble doncella romana, quien era muy devota de Santa Mónica y por eso le encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; a pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo, diciéndole: “Estoy ardiendo en el Purgatorio por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada vanidad”. No está mal lavarse la cara, sino hacerlo con vanidad.

Otra historia se refiere a un religioso que fue al purgatorio por quedarse al lado de la estufa más de lo ordinario en tiempo de invierno, también allá fue a parar San Severino por ciertas negligencias en el rezo divino. Esto se debe a que, para los religiosos, el Juicio será mucho más severo, según las palabras de Jesús: “Al que más se le dio, más se le pedirá”. No está mal calentarse al fuego en invierno, pero sí lo está el hacerlo por puro placer de los sentidos. Otro caso se refiere a un niño de nueve años, que por no haber devuelto algunas pequeñas cosas que no le pertenecían, estuvo muchos años en aquel fuego; otro caso, el de un padre de familia, por haber descuidado la educación en la fe católica de sus hijos.

Por estas apariciones, podemos ver que lo que consideramos pecados veniales son actos de malicia, si bien pequeños, pero que tienen como consecuencia la disminución de la caridad hacia Dios. Es decir, el pecado venial nos enfría en el amor a Dios y esta frialdad debe ser purificada en el Purgatorio.



Cuarto Relato:

Refieren varios autores que estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?, pregunto el religioso.- Soy, respondió, el pintor que murió días pasados, y deje cuanto había ganado para obras piadosas. -¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?, volvió a decirle al religioso.-¡Ay!, contesto el difunto, en el tribunal del supremo Juez se levantaron contra mi muchas almas, unas que padecían terribles penas en el purgatorio, y otras que ardían en el infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias de un caballero.
Por fortuna mía se presentaron también  muchos santos, cuyas imágenes pinte, y dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud, que después me había arrepentido y cooperado a la salvación de muchas almas, pintando imágenes de Santos, y por último que había empleado lo que había ganado a fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad.

Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que los santos interponían sus meritos, me perdono las penas del infierno pero me condeno a estar en el purgatorio mientras dure aquella pintura.

Avisa pues, al caballero N.N. que la eche al fuego, y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba de que es verdad lo que te digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos. Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojo al fuego la imagen escandalosa. Antes de los dos meses se le murieron los dos hijos, y el reparo con rigurosa penitencia los daños ocasionados a las almas.


Quinto Relato:

Estaba santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en espíritu al purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y holló que se quejaba amargamente de su madre, por el demasiado que le había tenido: “!AH! decía, en vez de reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios, me incitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba alguna devociones, pero que gusto podían dar estas a Dios llendo mezcladas con tanto galanteo y profanidad?. No obstante, como la misericordia del señor es tan grande, por aquellas devociones que hacía, Dios me concedió tiempo para confesarme bien y librarme del infierno.
Pero ay!!!, que penas estoy padeciendo, si lo supieran mis amigas!!, que vidas tan distintas llevarían!!. La cabeza que antes ataviaba con dijes y vanidades esta ahora ardiendo entre llamas vivísimas, las espaldas y brazos que llevaba descubiertos los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo, las piernas y pies, que adornaba para el baile ahora son atormentados horriblemente, todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos.”
Conto la santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y esta cambio de vida en términos que, entrando a un convento de muy rigurosa observancia procuro con rigidísimas penitencias reparar los desordenes pasados, y auxiliar a su parienta que estaba padeciendo tanto en el purgatorio.


Sexto Relato:

Había en Bolonia una viuda noble, que tenía un hijo único muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes, paso un forastero y les interrumpió el juego. Reprendiéndole ásperamente el hijo de la viuda, y resentido el forastero, saco un puñal, se lo clavo en el pecho y dejándole palpitando en el suelo, echo a huir calle abajo con el puñal ensangrentado en la mano, y se metió en la primera casa que encontró abierta.
Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase, y ella, que era precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en efecto. Entre tanto llego la justicia buscando al asesino, y no hallándole allí, “sin duda, dijo uno de los que les buscaba, no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”.

Poco falto, para que muriese la madre de sentimiento al oír estas palabras. Mas luego, cobrando animo y conformándose con la voluntad Divina, no solo perdono al que había matado a su único y tan estimado hijo, sino que le entrego todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud, y después le adopto como su hijo.

Pero, ¡cuán agradable fue a Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena  señora, haciendo oración, por el alama del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjuagad madre mía, vuestras lagrimas y alegraos, que me he salvado. Muchos años tenía que estar en el purgatorio, pero vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo bien al que me quito la vida. Más os debo por haberme librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz. Os doy las gracias por uno y otro favor, ¡adiós, madre mía, adiós, me voy al cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.


Septimo Relato:

Derrotado por Cayano, el ejército de Mauricio y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al emperador una moneda y no de valor muy subido, por el rescate de cada prisionero. Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor, y habiéndosela también rehusado, exigió por ultimo una ínfima cantidad, la que no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mando cortar la cabeza a todos los soldados imperiales que tenía en su poder. Mas ¿Qué sucedió?
 
Pocos días después Mauricio tuvo una espantosa visión. Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra el. Oyendo el Juez supremo, tan justas quejas, se vuelve a Mauricio y le pregunta: “¿Dónde quieres ser más castigado: en esta o en la otra vida? -¡Ah! Benignísimo Señor, responde el prudente emperador, prefiero ser castigado en este mundo. Pues bien, dijo el juez, en pena de tu crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco precio, uno de tus soldados te quitara la corona, fama y vida acabando con toda tu familia”.
En efecto, pocos días después se le insurrecciono el ejército, proclamando a Focas por emperador. Mauricio fugitivo se embarco en una pequeña nave con algunos pocos que le seguían, más en vano, furiosas las olas lo arrojan a la playa, y llegando los partidarios de Focas, le atan a él y a cuantos le seguían y los llevan a Eutropia, en donde, ¡oh, padre infeliz! Después de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no paso mucho tiempo sin que el resto de su familia sufriese la misma desgracia.

¡Ah! Cristianos que oís esto, no son unos pobres soldados, son vuestros propios hermanos y vuestros propios padres los que han caído prisioneros de la Justicia divina.

Este Dios misericordioso pide por su rescate una muy pequeña moneda, de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. “¿Y seréis tan duros que se le neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las ánimas y a vuestros propios intereses?


Octavo Relato:

Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la ultima miseria, presento un memorial un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción, pero con todas las suplicas no logro más que unas monedas.

Entra desconsolada a una Iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explico sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Este abre la carta, y ¿Cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? ¿Quién os ha dado esta carta?
-No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano muy parecido a aquel retrato, solo que tenía la cara más alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento, dale una buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lagrimas de ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos con al limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre, yo ahora hare la vuestra, la de vuestro marido y familia”.

En efecto, pago las deudas, saco al marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mundo, q los devotos de las benditas Animas.


Noveno Relato:

Cómo, diciendo misa el hermano Juan de Alverna el día de Difuntos,vio que muchas almas eran liberadas del purgatorio.
Celebraba una vez la misa el hermano Juan el día siguiente a la fiesta de Todos los Santos por todas las almas de los difuntos, como lo tiene dispuesto la Iglesia, y ofreció con tanto afecto de caridad y con tal piedad de compasión este altísimo sacramento, el mayor bien que se puede hacer a las almas de los difuntos por razón de su eficacia, que le parecía derretirse del todo con la dulzura de la piedad y de la caridad fraterna.

Al alzar devotamente el cuerpo de Cristo y ofrecerlo a Dios Padre, rogándole que, por amor de su bendito Hijo Jesucristo, puesto en cruz por el rescate de las almas, tuviese a bien liberar de las penas del purgatorio a las almas de los difuntos creadas y rescatadas por Él, en aquel momento vio salir del purgatorio un número casi infinito de almas, como chispas innumerables que salieran de un horno encendido, y las vio subir al cielo por los méritos de la pasión de Cristo, el cual es ofrecido cada día por los vivos y por los difuntos en esa sacratísima hostia, digna de ser adorada por los siglos de los siglos. Amén.

Decimo Relato:

                                                                                                                                                                           

Cómo, por los méritos de fray Gil,fue librada del purgatorio el alma de un fraile Predicador, amigo suyo.

Estaba ya fray Gil con la enfermedad de la que a pocos días murió, y enfermó también de muerte un fraile dominico. Otro religioso amigo de éste, viéndole próximo a morir, díjole:

-- Hermano mío, si te lo permitiese el Señor, quisiera que después de tu muerte vinieses a decirme en qué estado te encuentras.

El enfermo prometió complacerle, caso de que le fuese posible.

Ambos enfermos murieron el mismo día, y el de la Orden de Predicadores se apareció a su hermano superviviente, y le dijo:

-- Voluntad es de Dios que te cumpla la promesa.

-- ¿Qué es de ti? -le preguntó el fraile.

-- Estoy bien -respondió el muerto-, porque aquel mismo día murió un santo fraile Menor, llamado fray Gil, al cual, por su grande santidad, concedió Jesucristo que llevase al cielo todas las almas que había en el purgatorio. Con ellas estaba yo en grandes tormentos, y por los méritos del santo fray Gil me veo libre.

Dicho esto, desapareció, y el fraile que tuvo esta visión no la reveló a nadie; pero ya enfermo, temeroso del castigo de Dios por no haber manifestado la virtud y gloria de fray Gil, hizo llamar a los frailes Menores. Se presentaron diez, y, reunidos con los frailes Predicadores, reveló el enfermo devotamente la visión ya referida. Investigaron con diligencia, y supieron que los dos habían muerto en un mismo día.

En alabanza de Jesucristo y del pobrecillo Francisco. Amén.


Decimo Primer Relato:

Santa Gertrudis, aquella esposa tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus meritos y obras buenas a las pobres Animas del purgatorio, y para que los sufragios tuviesen más eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su Divino Esposo le manifestase porque alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la santa multiplicaba, oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras penitencias, hasta que aquella alma hubiese salido del purgatorio. Sacada una, pedía al Señor le señalara otra, y así logro liberar a muchas de aquel horrible fuego.

Siendo ya la santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las Animas del Purgatorio, y nos satisfecho todavía por tus pecados! Cuando mueras, ¡que penas y tormentos te esperan!” No dejaba de acongojarla este pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo: “Gertrudis, hija mía muy amada, no temas, los sufragios que tu ofreciste a las Animas del Purgatorio, me fueron muy agradables, tu no perdiste nada, pues en recompensa no solo te perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentare tu gloria de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo hare que todas las almas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el triunfo de la gloria”.

 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Cómo ganar indulgencias plenarias en la Conmemoración de los Fieles Difuntos


 


INDULGENCIA PLENARIA POR LOS FIELES DIFUNTOS 

Visita al cementerio 

- Desde el 1 hasta el 8 de noviembre con la visita piadosa al cementerio, elevando allí una oración por los Fieles Difuntos.

- Reconciliarse con Dios con el sacramento de la confesión y recibir la Sagrada Comunión. 

- Orar un Padrenuestro, Ave María y Gloria por las intenciones del Papa.

Visita a una iglesia u oratorio orando por los Fieles Difuntos.

-Desde el 1 de noviembre hasta el 2 de noviembre.

- En la visita a la iglesia se reza, con devoción, el Padrenuestro y el Credo.

- Se rezan tres Ave María por las intenciones del Papa.

- En la semana realizar la confesión sacramental y recibir la Santa Comunión.

Dales, Señor, el descanso eterno. Y brille para ellos la luz que no tiene fin.

Descansen en paz. Las Almas de los Fieles Difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén. 

Nunca des por hecho que tus muertos están en el Cielo. Ora por ellos sin cesar. Tal vez sigan en el Purgatorio

 


TESTIMONIO DE UN EXORCISTA SOBRE LA TREMENDA REALIDAD DEL PURGATORIO

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