Dentro de los
testimonios de apariciones de Almas del Purgatorio, se encuentra la de un Monje
que hacía mucho tiempo que estaba en el Purgatorio y que se aparece para pedir
sólo una Misa para ser liberado. Hace muchos años en Messina, Italia, hubo una
gran terremoto en el que muchas personas perdieron la vida; a causa del
terremoto, se derrumbó casi toda la ciudad, quedando solo intacta un único
edificio grande, la Catedral. Unos
años después del terremoto, había un sacerdote devoto y piadoso que quería ver
la Catedral y lo que quedaba en la Ciudad, así que viajó muchos kilómetros
hasta que al fin pudo llegar a la Iglesia, pidiéndole al custodio que abriera
la puerta para poder mirar y orar. Después de pasar mucho tiempo admirando las
estatuas y las pinturas sagradas que había en las paredes, se fue a rezar
delante de la estatua de la Santísima Virgen María, que estaba en el lado
derecho del altar. Después de rezar allí por un tiempo, el cansancio del viaje
lo venció y se quedo dormido. Cuando despertó, miró hacia la ventana y notó que
estaba empezando a oscurecer, entonces trató de abrir la puerta principal pero
estaba cerrada con llave, trató de abrir las otras puertas pero vio que también
estaban cerradas. Empezó a golpear la puerta y a gritar que alguien lo ayudara,
pero no había nadie que lo ayudara. El custodio se había ido a su casa pensando
que el Sacerdote ya se había ido. No había casas cerca de la Catedral porque ya
habían sido destruidas y estaban deshabitadas debido al terremoto que había
ocurrido hacía tiempo. Cuando estaba ya totalmente oscuro, se dio cuenta que
iba a tener que dormir en la Iglesia toda la noche. Vio a su alrededor y acercó
una silla pasar la noche. El sacerdote cerró la puerta del confesionario y
trató de dormir, pero estaba inquieto porque estaba solo en esa Iglesia oscura,
y porque la silla también era incómoda. Además de eso, no podía dormir, ni
siquiera por un minuto, porque la campana de la torre de la Iglesia sonaba cada
quince minutos. Después de que la campana sonó por la media noche, oyó un
ruido, se levantó de su silla y asombrado vio el altar de la Iglesia rodeado
por una luz misteriosa. Cerca del altar, había una pared que tenía un nicho en
la pared, y en ese lugar había un monje con su capucha sobre la cabeza. El
monje caminó hacia el frente del altar y dijo en voz alta:
-“¡Hay un sacerdote aquí, que celebre una Misa por mi
alma que sufre en el Purgatorio!”. El sacerdote se asustó e inmediatamente se
sentó en silencio en su silla. Entonces oyó los pasos del monje que caminaba
lentamente hacia el confesionario y se detuvo por un momento. El sacerdote miró
fuera del confesionario y vio el rostro del monje, era una cara de muerto. Y
entonces oyó de nuevo los pasos del monje en el mármol de la Iglesia. Más
tarde, mientras el sacerdote estaba sentado en su silla y rezando, oyó el
sonido de las campanas dos veces, significado que ahora eran ya las dos de la
mañana. Entonces fue de nuevo al altar y vio que se iluminó, y el monje salir
del nicho del muro repitiendo nuevamente: -“¡Hay un sacerdote aquí, que celebre
una Misa por mi alma que sufre en el Purgatorio!” El sacerdote todavía asustado,
no dijo nada y otra vez la Iglesia se oscureció. Más tarde, el Sacerdote estaba
rezando su Rosario. Le pidió a la Santísima Virgen Madre de Dios, que le diera
valor.
Oyó las campanas golpear tres veces, lo que significaba que eran las tres de la
mañana. Y el monje volvió a salir otra vez y dijo nuevamente: “¡Hay
algún sacerdote aquí, que celebre una Misa por mi alma que está sufriendo en el
Purgatorio!”. Pero esta vez el Sacerdote si salió del confesionario y
dijo: “Si, yo lo haré”. El Sacerdote se dirigió al altar y encontró todo
preparado para la Misa, se puso la vestimenta y ofreció la Misa por la
intención por el reposo del alma del monje. Después de terminar la Misa, oyó
una voz que provenía de la pared lateral, que decía esa voz: “No puedo
agradecerte lo suficiente por lo que has hecho por mí. Durante 145 años he
venido aquí pidiendo a alguien que me ayude. Esta noche estaré en el Cielo por
tu Misa y tu acto de caridad. Por la Gracia de Dios te mostraré mi
agradecimiento advirtiéndote cuando se acerque tu propia muerte”. Y entonces
hubo un silencio y la Iglesia se oscureció de nuevo. El sacerdote se acercó
hasta el altar donde estaba la Santísima Virgen Madre de Dios. Se sentó
apoyando la cabeza contra la pared y pronto se quedo dormido. Al día siguiente
temprano en la mañana, lo despertó el custodio cuando abrió la puerta de la
Iglesia. El custodio se sorprendió al encontrar al sacerdote todavía en la
Iglesia y le pidió disculpas por haberlo encerrado accidentalmente en la
Iglesia. El sacerdote regresó a su casa, y le contó a tres de sus amigos
íntimos lo que había sucedido, pero ellos no le creyeron, le dijeron que debía
ser un sueño, pero el insistió en que estaba diciendo la verdad. Después de
unos años el Sacerdote llamó a sus tres amigos y les dijo que iba de viaje. Le
preguntaron: ¿Cuándo vas a regresar? Y él dijo: “Nunca”. Les recordó
como el monje le había prometido que le revelaría el día de su muerte tres días
antes. Sus amigos no le creyeron y tomaron a broma lo que les decía, porque el
sacerdote estaba en perfecto estado de salud y todavía era joven. Pero el
sacerdote les dijo que el asunto era muy serio y por eso esa noche hizo una
buena confesión sacramental. Tres días después, cuando no venia a decir la Misa
en la mañana, el sacristán fue a su habitación y lo encontró muerto. Había
muerto en el sueño, con lo cual se demostró que lo que el monje del Purgatorio
le había dicho era cierto, que él lo ayudaría avisándole tres días antes de su
muerte, para que pudiera hacer una buena confesión y así salvar su alma. Años
más tarde, cuando empezaron a restaurar la Iglesia, encontraron en el nicho de
la pared cerca del altar un esqueleto de monje con capote y capucha marrón. La
misma descripción de la ropa que el Sacerdote les había contado años antes. En
conclusión, seamos como este santo sacerdote, que rezó por el Alma del monje
que estaba en el Purgatorio, hagamos celebrar Misas por los que han fallecido,
especialmente por los sacerdotes, hermanos y religiosos, porque necesitan
nuestra ayuda. Muchos esperan años para que nosotros simplemente ofrezcamos una
Misa por ellos y recordemos que “rezar por vivos y difuntos” es una obra de
misericordia espiritual que abre las puertas del Cielo.
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