Por que no Debes Robarle a las Almas del Purgatorio.
Un buen soldado que le servia al rey Carlomagno se encontraba en pena de muerte. Llamó a su sobrino, y no teniendo más bienes que un caballo le encargó que lo vendiera después de su muerte y lo empleara el producto en hacerle sufragios, es decir en pagarle Misas. Aceptó el sobrino el cargo de cumplir la voluntad de su tío quien habiendo muerto a las pocas horas se vio lastimosamente burlado de ello aquel caballo, el joven comenzó a servirse del caballo en algunos viajes, iba por tanto dilatando la venta, pasaban meses y su conciencia se dormía hasta el punto de olvidar completamente que debía pagar las Misas por su tío disfrutando de el tranquilamente.
Cuando una noche vino a turbar su paz la voz de su tío respondiéndole por su cruel descuido porque le dijo “has violado así la obligación que te impuse y la fe que me juraste, por ti he debido padecer en el Purgatorio largos y penosos tormentos, pero por la misericordia de Dios ya estoy libre de ellos y en este instante vuelo a la Gloria Eterna.
Pero a ti por tu delito te espera una muerte próxima y después un singular castigo, y no solo por tus culpas sino también por las mías serás castigado y pagaras por mi lo que aun me quedaría por pagar a la Divina Justicia”.
A tal intimidación desfalleció el sobrino y pensando arreglar sus cosas para la otra vida, cumplió sin más tardanza lo dispuesto por su tío, hizo todo cuanto pudo para evitar la muerte eterna de su alma, y al cabo de pocos días bajó al sepulcro conforme al pronostico que le había hecho.
La ingratitud y la justicia para con los difuntos es muy aborrecida a los ojos de Dios que muchas veces la castiga en este y en el otro mundo.